Vivimos
en una época tan curiosa que si vemos al nieto del rey pegándose un tiro en el
pie nos reímos, nos quejamos y lo archivamos dos semanas después en ese cajón
que España tiene pendiente desde tiempos de la guerra de independencia.
Y
es que hoy en día la casa real tiene tanto escándalo que ya es casi como si
oyéramos llover ¿Otro millón? Piché, era de esperar de semejantes jetas.
Pero
claro, un escándalo en la “corte” no significaba lo mismo hace 400 años, y
además, tenían más bien pinta de sainete que de rey pegando tiros por África.
Así queridos lectores hablamos en esta
entrada del caso del Pastelero de Madrigal.
Sebastian de Portugal |
Nos vamos a la península ibérica en el 1594 y recordamos que pegado al sobaco izquierdo de España hay un país llamado Portugal que en su día se comió el mundo. El reino Portugués atravesaba un duro momento causado por su rey. Sebastián I de Portugal, el monarca en cuestión, fue según muchos cronistas, un místico pichafloja incapaz de tener hijos que sufrió el efecto Michael Jackson: Se hizo más amado muerto que vivo. Porque el rey, que tampoco fuese la leche, murió en la cruenta batalla de Alcazarquivir, dejando al reino a merced las codiciosas manos de Felipe II, familiar del cadáver. No obstante y cual niños pequeños, muchísimos (y cuando digo muchísimos son muchísimos) portugueses comenzaron a inventar leyendas sobre el rey, diciendo que estaba vivo y esperando el momento para “resucitar”, que era un enviado de Dios y otras paridas similares
Juan I de Portugal |
Así que tenemos un Portugal de destino incierto, depositando su fe en un rey muerto (o eso dijeron los pocos que habían visto su cadáver), y lidiando contra un monarca Español que celebraba con vino la poca movilidad de los espermatozoides de la casa real Portuguesa. En este confuso marco histórico digno de un esperpento, encontramos nuestra comedia.
Espinosa el Pastelero |
Así
ambos aprovechaos se prometieron para gran júbilo del fraile jeta, a la espera
de que a Doña María la dejasen casarse (por eso de ser monja). Tras anunciar su
futuro casamiento, muchos nobles acudieron a ver al rey cual Jesucristo resucitado,
afirmando que el empanadero era el rey místico que liberaría a Portugual del
yugo Español. Y parecía que todo iba a acabar bien: María reina, Espinosa rey y
Fray Miguel de nuevo en Portugal y opositando para cardenal. Pero, como diría
Felipe II, no mandes a un pastelero el trabajo de un rey… Espinosa, como él
mismo y no de rey, fue por ahí de viaje con unas joyas de Doña María, hay quien
dice que para venderlas y hay quien dice que huyendo del peligroso plan del
fraile. Fardando de joyas reales y poniendo al rey a parir, fue detenido y
encarcelado. Pero la mayor cagada vino cuando le pillaron al nene unas cartitas
encima muy interesantes. Dos de Fray Miguel y dos de Doña María, ambas
tratándole de “majestad” y “futuro marido de Doña María”.
Y al pastelero le descubrieron el pastel. Los juicios, liosos y laaaargos, utilizaron hasta la tortura. Se juzgó a todo Dios: A Espinosa, a Fray Miguel, a Doña Maria e incluso a la mujer de Espinosa, a la cual le dieron unas cuantas hostias. Espinosa sufrió la misma condena que los anteriores impostores (es decir, que la idea no era nada nuevo). El 1 de agosto de 1595 fue ahorcado en Madrigal con una tranquilidad propia de un hombre que sabe que le han pillado, para luego ser descuartizado y exhibidas sus partes por la ciudad. Fray Miguel tuvo mas de lo mismo. Tras quitarle el título eclesiástico, fue ahorcado, ahora de manera “legal” ante Dios, unos meses después de Espinosa. Su cabeza, para hacer compañía a la del empanadero, fue llevada a Madrigal. Doña María tuvo más suerte y se fue de rositas. Bueno, de rositas, rositas no: La encerraron en un convento de por vida. Eso si, cuando pasaron los años, llegó a Abadesa de Las huelgas, uno de los mayores cargos eclesiásticos a los que podía aspirar una mujer.
Se
dice que Fray Miguel aseguró poco antes de morir que Espinosa era el auténtico
Sebastian y que llegó incluso a creérselo. No obstante, se dice que su destreza
con el caballo se debe a un tiempo en la milicia y que Espinosa no era sino un
hombre que aspiró a mas y le salió mu mal.
Y
así acaba una trama digna de Lope de Vega, con todos escarmentados y Portugal
subordinado a España ¡Que bonito!
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