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¿A cuantos personajes históricos recononces?
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viernes, 17 de diciembre de 2010

Federico el (de la picha no tan) grande

!Si hasta tiene muñeco de acción! El nuevo Accion Federico Man

¿Qué eso de Prusia? ¿Una presa mal pronunciada? ¿Una cagada que cometió un niño al decir “El comunismo de pRusia” durante un examen?
No, se trata nada mas y nada menos que de un país que por tiempos de la Maricastaña (por concretar, de 1701 a 1918) se hallaba en esa cosa tan grande y llena de montes que se llama Europa.
Bien, ahora que sabemos que es eso de Prusia, vamos a hablar de uno de sus gobernantes con mas salero (Era o este o Bismarck, el cual fue sustituido por una morsa los últimos seis años de mandato y nadie lo notó). Nos estamos refiriendo al señorito Friederich II, o para entendernos, a Federico el Grande.

El tal Federico nació en Prusia, concretamente en la casa real de los Hohenzoller, los cuales ni tenían casa como tal ni lo iban diciendo por ahí.
Para que entendamos como fue su infancia, cogemos a un niño pálido, tirillas, con chepa y poca gracia. Le ponemos unos trajes así como de príncipe (no vaya a ser que os lo hayáis imaginado desnudo y se me plantan aquí los censores de blogger, a los que saludo) y le ponemos a recitar obras de Shakespeare y a bailar imaginando que es una bailarina esperando a que Lohengrin la rescate. Como vemos, el niño era un poquitín afeminado, por lo que no es de extrañar que a su padre, el cual se era conocido como el rey sargento por la mala hostia que traía y también por ser militar, se le hinchase la vena del cuello al ver que su hijo iba por ahí jugando a las cocinitas.
Como a Federico no le comprendía nadie excepto su madre, empezó a chatear (que en el siglo XVIII se llamaba “mantener correspondencia”) con filósofos franceses. El nene era todo un sabiondo y un filósofo en primera regla, algo para lo que la realeza no estaba hecha ni lo esta hoy en día (véase Juancarlos de Borbón). Por lo tanto, su padre, mas radical que los refrescos, lo encarceló y luego le hizo ver como se cargaba un teniente al que amaba.
Intentando así quitarle la pluma al niño, el gilipollas del rey sargento desencadenó entonces uno de los mas brillantes y belicoseros reyes de Prusia.
Una vez saliese de la prisión tras hacer muy buenas migas (no olvidemos lo que pasa en las cárceles… Campeonatos de mus), se casó con una tal Isabel, a la cual la dejó plantada como un clavel y con eso volvió a estar nominado para ser el rey de Prusia. Para que veamos el amor que profesó a la señorita Isabel, la envió a un castillo en Atomarpoculo (famosa región de Bavaria) y solo volvió a verla para decir sobre ella “La señora se ha convertido en grasa” con mas cariño que el que le profesó al papel de lija.
Llegando a ser rey en 1740, empezó a utilizar esa cosa francesa que se llamaba Despotismo ilustrado, osease, todo para el pueblo sin el pueblo, frase de la que supongo que se perdieron trozos:
Todo el marrón para el pueblo sin que el pueblo pueda hacer nada.

Como el nene pensó que imitando al resto de Europa era buena idea construirse unas cuantas casas en el nuevo mundo y llamarlas colonia, llevó a toda la población que él odiaba (los feos y los incultos) a donde no pudiera verla.
Entre otras cosas, también abolió la tortura e impulsó un plagio del derecho romano con todas las letras: “El derecho Prusiano”
Como al amiguete ya le habían llovido mas hostias que a un tambor cuando era pequeño, siguiendo múltiples teorías psicológicas y su mala baba, invadió y se me metió en mas guerras que el tato. De mierda hasta el cuello, se dedicó a estabilizar mas tarde todos esos marrones. Hay quien dice que era tan buen estratega que hasta Napoleón le plagió algunas tácticas militares.
Entre guerra y guerra el tio sacó tiempo para componer y escribir. Una de sus obras fué mas tarde adoptada por amiguete adolfito, así que si una vez un Skin se pone a cantar esto, decidle muy educadamente que si también es fan de Federico el de la pluma.
Finalmente el nene murió una mañana 1789. A su funeral fueron unos masones, Voltarie con voltaje negativo, es decir, apenado, e Isabel la plantada como un clavel, la cual se permitió el lujo de decir que la tenía pequeña (Johann Georg Zimmermann dijo que podía ser verdad)

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