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lunes, 12 de abril de 2010

Weimar en crisis, o como meter la pata hasta la ingle



Nos situamos en la república de Weimar (nuevo nombre concedido a Alemania tras la abdicación de su rey tras la 1ª guerra mundial) en el 33 (el bar de mecano no, bestia).
Al mando de una nación en la mayor miseria imaginable (la sopa de bota causó furor en los restaurantes) cuya moneda había sido devaluada al precio del cartón (se llegaron a imprimir billetes de un millón de Marcos, los cuales servían para comprar el pan) y sin ninguna posibilidad de recuperación, ya que una de sus zonas mas ricas había sido ocupada por los Franceses (con esto no nos referimos a que cambiasen la cerradura mientras 12.000 alemanes iban a comprar el pan, si no a la ocupación minera del Ruhr) estaba el Mariscal Hindemburg.
Este era un hombre sencillo que pensaba que su nación era la mejor ya que vivía muy bien sin salir a la calle y sin ver como todo Berlín corría tras una gallina descuidada con tenedores y cuchillos en mano.
Pero primero veamos las causas de esta situación económica tan peculiar.
Para ello nos remontamos al fin de la 1ª guerra mundial. Tras esta guerra, el mundo se había quedado un tanto pulverizado, ya que Europa se sumía en las deudas: Francia le debía mucho dinero a USA, dinero que le había prestado para comprar armas contra los alemanes. Para hacer frente a las deudas, y tocar un poco los huevos a los alemanes, Francia exigió a Alemania unas altas reparaciones de guerra. Obviamente, si le pides dinero a un país cuya gran mayoría de trabajadores había muerto de asco en las trincheras, que no te sorprenda que no puedan darte nada.
Temiendo que Francia y Alemania se tirasen piedras mutuamente, un tal Dawes, que había sido expulsado de la prisión por malo, propuso una solución que arreglaría todo:
USA prestaría dinero a Alemania. Con ese dinero Alemania pagaría las reparaciones de Francia y esta a su vez le devolvería la pasta a USA. Por así decirlo, era prestar dinero al deudor de tu deudor para recuperar el dinero que le habías prestado.
Extrañamente, USA sacaba una tajada tal que le salió rentable, algo que hizo torcer el morro a algún que otro quisquilloso que no se dio cuenta de que era el negociazo del siglo.
Pero claro, llega noviembre del 29 y la cosa se complica. Cuando la bolsa cayó en picado como los empresarios por las ventanas, Alemania dejó de mamar de la teta de USA, por lo que se le cerró el grifo a Francia, por lo que USA no pudo seguir explotando a Francia. Tras organizar tal cacao mundial, Dawes despareció con su premio novel de la paz (el cual le fue concedido tras crear una idea que ocasionó una crisis mundial) y se sospecha que se estuvo descojonando hasta el día de su muerte.
Total, Alemania, perdón, La república de Weimar, estaba al borde del colapso y su sociedad se hacía jirones como los Marcos que no servían mas que para encender la chimenea.

Hindemburg, hasta el culo de dirigir un país cuyo PIB era inferior al de una confitería, convocó elecciones en 1933.
Al la derecha, con inspiraciones rusas y muy mala hostia, Los Espartaquistas (comunistas que habían intentado un golpe de estado no hace mucho). A la izquierda, con el apoyo del pueblo de Babaria y un saludo muy chulo, Los nacionalsocialistas mas conocidos por el querido apodo de Nazis. (que habían intentando otro golpe de estado no hacía mas que el anterior)
Tras cuatro asaltos, ninguno consiguió la mayoría necesaria para controlar Weimar.
Pero Hindemburg ya había reservado crucero y no podía echarse atrás, así que tuvo que elegir entre un grupo de radicales que prometían pan y paz (y en realidad daban hambruna y guerra civil) y un adorable pintor retirado que se metió en política de mejillas sonrosadas y ojitos de dibujo manga.
Nadie puede culpar a Hindemburg de desencadenar el mayor genocidio de todos los tiempos, el pobrecito necesitaba unas vacaciones.
Quien iba a decir que mientras Himdemburg se tocaba los huevos a dos manos, Hitler, con la sangre de los Espartaquistas en la mano izquierda y la de sus opositores en el partido en la mano derecha, ponía sus ojos en una cosita llamada Polonia.

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