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martes, 24 de enero de 2012
Los tulipanes de la ira
Vale, es cierto que ahora mismo, nuestra gráfica económica ha bajado tanto que nos ha metido de lleno en la suculenta y pegajosa mierda de la crisis. Tenemos el marrón hasta el cuello y eso nos pasa por haber especulado. Hemos creado dinero donde no lo había. Pero ¿Cómo es eso? ¿Eso supone imprimir dinero falso? ¿O usar el del monopoli?
Pues para que entendamos mejor él porque del porrazo que nos hemos dado contra el frío suelo de la recesión, hablemos de una de las mayores crisis del mundo. (y no, no va la cosa de la crisis del 29, así que olvídate de charlestones y cine mudo)
Fijamos nuestra atención en ese sitio lleno de florecitas y quesos. Exacto, nos vamos a Holanda, donde todo parece más ñoño, huele a dulce golosina y pastel. ¿No os habéis preguntado hasta ahora porque ese país tiene 12.000 hectáreas dedicadas a la crianza de esa flor tan tonta que es el tulipán? ¡Si lo tienen hasta en la sopa! En todas partes florecitas, y venga y ala, les deben de salir hasta de las orejas. Pero ¿Por qué ese empeño con las flores? ¿Es que todos sus empresarios son mariposones? ¿Es que detrás del gobierno de Holanda hay un tulipán radioactivo con conciencia propia que planea exterminar la humanidad para imponer su especie? Quizás se piense que esta última paja mental es digna de tratar con lobotomía, pero no anda muy lejos del auténtico motivo .A ver, igual sale ahora el listo que dice “Los plantan porque su suelo es idóneo para ello etc etc etc” y otros rollos botánicos que solo nos aburrirían, pero yo voy a la razón histórica.
Ahora, fijando nuestra atención en Holanda, nos requetrotaemos en el tiempo hasta que el panel de control del Delorean nos marque 1595. ¡Coño que flash! Si ya no hay autopistas ni una esperanza de vida de 90 años... En fin, Holanda era, por aquella época, centro del comercio mundial, donde cada dos por tres un filibote descargaba cual charlatan ambulante, objetos y mierdecillas traídas de la lejana china, la exótica india o la cálida indonesia que los millonetis se apresuraban en comer, probar, esnifar o fumar como si no hubiese un mañana. La llegada de un convoy de la VOC (compañía holandesa de las indias orientales) era para ellos lo que hoy para nosotros es la tele tienda. Muy vanidosos ellos, se compraban cosas cuanto más raras mejor. Y nada nada, a gastar millones en porcelana, que el dinero no está para guardarlo. Pero claro, a la larga estos vicios orientales llegaban también al pueblo llano, primeramente, a los marineros que viajaban en estos filibotes. Un bar en Amsterdang es célebres por haber aceptado pagos de cuentas con monos. Y yo me pregunto ¡¿Qué haría el tabernero con los micos?! Yo supongo que tenerlos de trabajadores pasando la escoba.
Como vemos, a los holandeses, que nadaban en pasta por ser la ventana al mundo del comercio, les encantaba gastar su dinero en cosas raras para demostrar que tenían de tó. Pero había algo que no podían comprar (y no digas amor, que en aquella época eso no era del todo cierto) y eso es una extraña planta que un botánico con cara de sapo guardaba en su colección privada de plantas. El cara sapo, conocido como Carolus Clusius los llamaba los mentados tulipanes, nombre que no era el original, ya que habían venido en la maleta de un embajador que en el imperio Otomano había encontrado estas flores llamadas “Lale”, pero que por un error, llamó tulipán (él, que se le ve que entendía muy bien el idioma, entendió que los “Lale” se llamaban “Turban”, es decir, confundió su nombre con el de los turbantes). Los tulipanes los guardaba el cara de sapo en el jardín botánico de una universidad donde era profesor, sabiendo que todos sus “colegas” naturalistas los codiciaban. Eran el centro de atención de todos por su rareza y resultaban muy atrayentes… Y allí guardaditos y seguros, él los tenía sin compartirlos con nadie. Es de entender que algún misterioso ladrón se tomase la justicia por su mano y se llevase las florecitas. Pero no para pedirle un secuestro enviándole pétalos por correo, sino por la curiosidad tenerlos. En poco tiempo, se hicieron famosos y prolíficos.
En realidad, la planta es simplona y poco aporta, eso sí, se puede usar para hacer queso, pero poco más. No cura ná, no huele, solo está ahí, sin más. Pero si había algo que encantase a los holandeses de la plantita fue su factor sorpresa. Y es que la planta era como un huevo Kinder,o como la caja de bombones de Forest Gump, nunca sabías que iba a tocar. Lo mismo salía de un color, que de tres, que no salía. Era todo un acontecimiento levantarse a la mañana y ver de qué color te habían salido los tulipanes. Como vemos, si este era un tema de actualidad, la vida tenía que ser aburrida de narices.
Los millonetis pronto comenzaron a interesarse por la planta y mandaron a tomar por culo la porcelana. Toda la nobleza y burguesía los lucía y se convirtieron un símbolo de poder, como las joyas. Comenzó a comprarse en masa y poco a poco alcanzaron precios astronómicos por eso de la oferta y la demanda. Pero cuando digo astronómicos es astronómicos. Pongamos varios ejemplos de los más famosos.
Algunas compras registraron pagos de 100.000 florines por 40 bulbos de tulipán (por así decirlo la semilla) que equivalía al precio de 417 cerdos. Por si no andan los lectores muy enterados en el precio de 417 cerdos en 1635, equivaldrían a 17 millones de euros hoy en día. Llegaron a cambiarse mansiones, molinos y demás propiedades por uno o dos bulbos, que se utilizaban como regalo de boda o signo de estatus social.
Una vez un marinero confundió un bulbo de tulipán de 3.000 florines del jardín de un mercader con una cebolla y se lo comió. Fue condenado a seis meses de prisión ¡Y eso que seguro que la “cebolla” le supo fatal!
La euforia parecía no tener fin. A raíz de esto, toda la economía aumentó y claro, no solo los millonetis se vieron afectados.
Surgieron muchas revistas sobre el tema que explicaban cómo aprovecharse del cojochollo de los tulipancillos. La compra venta llegó a niveles tan demenciales que llegaron a comprarse y venderse bulbos que no existían, dando lugar a cheques y billetes por valor de varios bulbos. Gracias a ellos, se creó la primera bolsa de valores del mundo ¡La especulación inventada por el ansia viva de la vanidá y la cursilería floril! Todo este fenómeno fué llamado Tulipomania, y creo que es obvio porqué.
Eran el pilar angular de la economía holandesa, que de la noche a la mañana ya era mucho más próspera. Algún que otro puritano se quejó, pero solo porque consideraba la especulación una hija bastarda del juego, eso que tanto odiaban los curas por poder hacer a los pobres ricos y a los ricos pobres (no les gustaba que les rompieran los esquemas).
PERO, todo se jodió un 6 de febrero de 1637. Viernes, después de comer. Un mercader pone a la venta medio kilo de tulipanes por 1.250 florines. Pero nadie compra. Se empieza a tirar del cuello cervantino. Le entra el agobio. No se compra y pronto los precios empiezan a bajar. En menos de 20 días los bulbos ya no valían una mierda pinchada en un palo. Y claro, pasó lo que ha pasado ahora: No solo se joden los millonetis, sino que además pagan el plato los currelas, pequeños burgueses, pobres y demás que dependían de toda la pastaza gansa que movían las plantas.
Y claro, habiendo sumido al país en la mayor ruina, es de entender que se cagasen en el tulipán y en su bulbo y lo pusieran como la flor de la locura o el negocio del diablo. Claaaaaro, ahora que te ha jodido la economía, AHORA es un negocio del diablo. Pero cuando te forras vendiéndolos son maná divino y alcanza niveles celestiales. Tanto el tulipán, como la horticultura como la diosa flora, pasaron de ocupar el lugar central de bodegones, retratos y otras cursiladillas a ser cosa de cuchufleta u objeto de odio que señalar con el dedo.
Pero amigos, si os estiráis de la oreja y ponéis atención para haber si suelto el truco pa salir de la crisis especulativa, debéis comprender que el caso de Holanda no fue el mismo que el nuestro. Si, es cierto que debían pasta a todo quisqui, que se había hundido la bolsa y que mucha gente se había arruinado, pero, todavía tenían la VOC, los filibotes y la lejana china, la exótica india y la cálida indonesia de la que sacar mas joyitas que colocar al resto del mundo. Pegando los cachitos que habían quedado de la porcelana, la metieron en los barcos y se la adjudicaron al resto del globo. Lo que quiero decir es que su país no se basó únicamente en las putas flores, sino que además tenían con que dar empleo, pasta y otras tantas chuminadas que llegaron a hacer que su economía fuese mejor que con los tulipanes.
Pero ¿Qué hacer con tanta flor? Pues venderla. ESO SI, a precios normales y para poner en macetas, no en escotes o bodegones.
Y bueno, os preguntareis. ¿Y cuál era el motivo de que lo sigan cultivando, y más ahora que le dan atribuciones malévolas? Pues como monumento de 12.000 hectáreas de que la especulación es como los tulipanes: Muy bonita, pero que se marchita.
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lunes, 9 de enero de 2012
Y el perro flaco, merodeando, se va...
Al margen del animal que tengamos mandando al país, una nación siempre se ha caracterizado por un bicho en concreto. Así como los ingleses con su Leoncio, la Rusia zarista con sus águilas y la roma imperial con su loba, España tiene… No sé ¿La cabra de la legión?
No somos un país de muchos animales, más bien nos los cargamos en los ruedos. Bueno vale, a veces el león pero ¿Qué país no lo ha tenido? Decidido a buscar un animal que poder considerar nuestro, me encontré con la historia de uno de los mayores héroes españoles. No hablaba español, no se sabía el himno, no reconocería al rey ni sabía muy bien que era un héroe ¿Cómo es esto posible? Porque se trataba de un perro, concretamente, un alano llamado Becerrillo.
Becerrillo fue como ya he dicho, un perro. Sirvió a las tropas españolas como perro de combate durante la colonización de América. Por aquel entonces los perros no estaban para tirarles la pelota, sino más bien, para mandarles traer las pelotas de quién quisieras. Los españoles en concreto se las arrancaban a los indígenas que intentasen escapar de la comodísima vida de esclavo de las plantaciones u otros trabajos temporales que España amablemente traía al nuevo mundo junto con las fiebres y la religión. Así pues, se utilizaban los perros como manera de pararles los pies (o arrancárselos) a los indios que les diese la venada e intentasen huir.
El tal Becerrillo fue uno de estos perros psicokiller que los Españoles entrenaban en la isla de La Española. Pronto el perro destacó por su tamaño descomunal y la facilidad para cercenar huevos y otros miembros menos importantes a los que intentasen escaquearse del trabajo. Al fin y al cabo, su raza, Alano español, no solo era un símbolo de castilla, sino que encima era mezcla del Dogo y el Mastín, ambos poderosos perros de presa.
No somos un país de muchos animales, más bien nos los cargamos en los ruedos. Bueno vale, a veces el león pero ¿Qué país no lo ha tenido? Decidido a buscar un animal que poder considerar nuestro, me encontré con la historia de uno de los mayores héroes españoles. No hablaba español, no se sabía el himno, no reconocería al rey ni sabía muy bien que era un héroe ¿Cómo es esto posible? Porque se trataba de un perro, concretamente, un alano llamado Becerrillo.
Becerrillo fue como ya he dicho, un perro. Sirvió a las tropas españolas como perro de combate durante la colonización de América. Por aquel entonces los perros no estaban para tirarles la pelota, sino más bien, para mandarles traer las pelotas de quién quisieras. Los españoles en concreto se las arrancaban a los indígenas que intentasen escapar de la comodísima vida de esclavo de las plantaciones u otros trabajos temporales que España amablemente traía al nuevo mundo junto con las fiebres y la religión. Así pues, se utilizaban los perros como manera de pararles los pies (o arrancárselos) a los indios que les diese la venada e intentasen huir.
El tal Becerrillo fue uno de estos perros psicokiller que los Españoles entrenaban en la isla de La Española. Pronto el perro destacó por su tamaño descomunal y la facilidad para cercenar huevos y otros miembros menos importantes a los que intentasen escaquearse del trabajo. Al fin y al cabo, su raza, Alano español, no solo era un símbolo de castilla, sino que encima era mezcla del Dogo y el Mastín, ambos poderosos perros de presa.
Entregado al explorador Sancho de Aragón, se fue a vivir aventuras mata-indios por la isla de San Juan. El perro se convirtió pronto en un símbolo para las tropas, ya que al contrario que otros perros esquizofrénicamente sádicos, solo atacaba a los indígenas. Por lo visto, aquello de llevar perros era más bien como si para librarte de tus vecinos le prendes fuego al piso, una manera desesperada de causar más caos. El perro debía de haber aprendido que los tipos de plumas y cerbatanas eran los “malos” y los de las corazas, escorbuto y mosquetones los buenos, o mejor dicho, aquellos que le daban de comer. Además, en vez de salírsele la cadena y montar ahí una orgía de huesos y sangre, se limitaba a una vez atrapado el indígena, arrastrarlo hasta el amo y esperar allí nuevas órdenes.
Y nada, como un miliciano de estos grillados, el perro le era más fiel a su patria que los propios generales.
“Becerrillo no era lindo pero de gran entendimiento y denuedo porque entre doscientos indios sacaba uno que fuese huido de los cristianos y le asía por un brazo y le constreñia a venirse con él y lo traía al real y si ponía resistencia lo hacía pedazos. Y a medianoche si se escapaba un preso, aunque fuese a una legua, diciendo “ido es el indio” o “búscalo”, daba en el rastro y lo traía”
Gonzalo Fernandez de Oviedo
Una anécdota que le valió al perro niveles de santo fue la que ocurrió cuando Diego de Salazar, dueño por aquel entonces del can, le dio por divertirse... Como ya sabemos, por aquel entonces la idea de diversión era un poco distinta a la que tenemos hoy. Si hoy vemos pelis violentas, ellos veían teatro y sin efectos especiales… Salazar encontró a una viejecilla indígena escondida detrás de un arbusto. Como sus hombres y él acababan de matar a unos cuantos nativos y seguían con el calentón, amenazaron a la vieja con matarla si no entregaba una carta al gobernador de la isla. La vieja, dándoselas de Maratón, puso pies en polvorosa con la carta en la mano. Y claro, aquello era la señal de ataque del monstruoso animal que Salazar sujetaba ya con todas sus fuerzas. Cuando la vieja estaba a una distancia considerable, soltaron al perro y este emprendió la persecución.
Al llegar al encuentro de la vieja, la señora se arrodilló y temblorosa, le pidió al perro que no la matase ¿Qué pasó? ¿Carnicería y riñones volando por los aires? Pues en realidad no. Lo que el perro hizo fue mirarla y pasar de ella. Aquí se pueden sacar dos teorías. La primera, fue la que sacó la iglesia, que lo llamó santo, enviado de dios y la leche o la segunda que es la siguiente: Becerrillo solo atacaba a aquellos que pretendieran huir. Al ver que la señora no intentaba nada sino que se echó al suelo mostrando que no era ninguna amenaza, el perro, adiestrado para ello, dio su labor por terminada. En cualquier caso, el perro demostró mas disciplina, sentido común y honradez que Salazar. Es triste ¡Pero su modelo de conducta era el perro!
Fue quizás por eso por lo que Becerrillo fuese tomado muy en consideración por todos los que lo conocieron. Recibió en varias ocasiones incluso más comida que los infantes de su pelotón y llegó a cobrar un sueldo, el mismo que el de un ballestero, que seguramente guardaría en un plan de pensiones para cuando le llegase ya la edad…
No obstante, como dijo el jefe Wigum: Le faltaba tan solo un día para jubilarse…
Tras varios retiros y años sabáticos, el perro pasó sus últimos días en compañía de Sancho de Aragón. Como vigilante de la hacienda de la mujer de un explorador, vio que a los nativos no se les tenía muy controlado. Y nada, que se encargase el perro. Pero con perro o sin él, la hacienda cayó en manos de los caribes y solo Sancho se salvó de la poda de cuello, pero fue mantenido como rehén. Becerrillo, como en los viejos tiempos, consiguió salvar a Sancho de un gran número de caribes, pero por mala suerte o por la licenciatura en balística avanzada de los caribes que vinieron en canoa a reconquistar la hacienda, a Becerrillo le clavaron una flecha ponzoñosa. Pero aquí no acabó la labor del perro por su país. ¡Que va, si aquí se aprovecha to! Que mayor honor que estar muerto como el Cid, metiendo miedo ya fiambre. Para seguir asustando a los indígenas, y teniendo muy en cuenta al pobre animal, lo enterraron en secreto en vayaustedasaberdonde y así no dejar claro si el perro vivía o no, pasando a ser ahora un ser casi mitológico.
No obstante,el asunto canino famoso no acaba aquí. Su hijo, Leoncillo, fue el primer perro (y posiblemente también de los primeros seres vivos de Europa) en ver el Océano Pacífico. Con la misma mala baba que su padre, consiguió incluso eclipsar a su padre, que había sido, fíjate tu qué cosas, el primer perro en ver el océano Atlántico.
Y ya que estamos hablando de perros, para no descontentar al público femenino, cito aquí también a la llamada Lebrela de Terminos, una perra española que fue se quedó en la isla de Terminos, hoy en día Isla del Carmen, durante diez meses. Hay varias versiones de porqué la perra se quedó, pero el caso es que fue abandonada por una expedición que exploraba la isla. Diez meses después, otra expedición, en concreto, la de Cortés, ese de las barbas y las manos llenas de sangre de Azteca, encontró a la perrita dando saltos de alegría, gorda y hermosota. Demostrando que no solo tenía buenas dotes para la supervivencia, sino también buena memoria, trajo a la extrañada expedición una colección de trofeos de caza, a la espera posiblemente de un “perrito bueno”. Allí se la llevaron de vuelta y tras darse a conocer su historia, fue incluida en numerosos libros de leyendas.
En fin, como vemos, España a tenido un pasado perro, pero precisamente, no fue a costa de sus perros, sino de sus amos…
Dedíquele una canción
Que ese perro es un artista
En dramas especialista
Y sabe bailar el son
Que ese perro es un artista
En dramas especialista
Y sabe bailar el son
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