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¿A cuantos personajes históricos recononces?
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sábado, 11 de febrero de 2012

Ay ho!, Ay ho! hoy nos toca cantar

Hay quien asegura que el ser humano lleva la música en su interior (y no, no me refiero a los eructos que puedan emular la danza húngara de Mozart). Si es que cuando oímos una cancioncilla pegadiza se hace un hueco con calzador en el cerebro entre el sentido del ridículo y el espacio dedicado a recordar números de teléfono. Es casi imposible determinar cuando nació la música, pero lo que sí que está claro es que nace por pura necesidad. Por eso hoy, torciendo el cuello pa tras cual niña poseída, vuelvo la mirada al pasado y rescato una de las partes más importante de la historia musical, a la que debemos, probablemente, la música que hoy en día tenemos. Hablo de las llamadas Canciones de trabajo, o Work Songs en inglés.

Una canción de trabajo, según definidores de diccionarios y otros tipos que levantan el dedo cuando le dan una explicación a algo (gesto imprescindible si quieres parecer culto y resabido cuando hablas) es aquella canción que se canta generalmente a capela para aliviar la pesadez o el dolor de una tarea repetitiva. Si, si, y es que parece ser que antaño no existían ni los analgésicos ni la radio (jate tu qué cosas). Trabajar en el pasado podía ser incluso más coñazo que trabajar hoy en día. Teniendo en cuenta por ejemplo, que la polea era para los trabajadores del pasado como puede ser hoy para nosotros un máquina que hiciese todo el trabajo con darle a un botón (es decir, un avance de la hostia), podemos comprender que las condiciones de un agricultor no eran las mismas hace doscientos años que hoy en día. Seguirá siendo un trabajo jodido, pero eso sí, no tanto.





Imaginemos por ejemplo, la fabricación de sidra en un caserío de la edad media. Como por aquel entonces no había esas cosas llamadas prensas hidráulicas y que la solución del momento para machacar las manzanas era darles con un mazo de madera hasta hacerlas zumo, triturar una pila de manzanas del tamaño de un cobertizo podía llegar a llevar horas y horas de diversión sin igual. Y claro, imaginemos la escena. Un campesino fuerte, con dos palos acabados en una maza de madera, machaca dos veces dando dos golpes, que sonaban algo así como Pum Pum (para aquellos que se les resista imaginarse cosas por sequedad cerebral, pueden dar un golpe con el pie por cada Pum que lean). Después de ese Pum Pum, un campesino menos mazao, es decir, con una sola maza porque sus bracines de niño le impiden coger más peso (recordemos también que poner a currar a los niños en aquella época era más común que bañarse), pegaba otro golpe para machacar las manzanas que se habían librado de los golpes del campesino fortachón. Así, sonaría un Pum Pum (ambos rápidos) seguido de un Pum (un poco después y siendo este sonido más profundo. Para los más melómanos (aficionados a la música, no a los melones, que de esos abundan en los sex shops), los dos primeros pum equivaldrían a una corchea y el otro a una negra Este sonidito habría que irlo repitiendo hasta exprimir toa la manzaná. Tenemos así, un ritmo, de la manera más tonta. Un Pa-pa Pam, Pa-pa pam, pa-pa pam, pa-pa pam. ¡Joder, si así tocaba Gene Krupa! Con esta base rítmica, es de suponer, que teniendo todo el tiempo del mundo (porque si te tienes que tirar tres horas machacando manzanas te parece que tienes todo el tiempo del mundo) comenzasen a buscarle una melodía al asunto. Así entre pa-pa pam, se fueron añadiendo letras a los golpes. ¡Y ya está, entretenidos con el trabajo! Pero claro, este proceso no lo hacían solo dos, un musculitos y un tirillas, sino toda una familia, o varias familias machando a la vez. Así es como nacían las canciones de trabajo, que además de entretener, hacían las veces de supervisor, ya que si alguien no curraba, pues claro, no sonaba igual, y delataba al vago que estuviese haciendo como que golpeaba. Este ejemplo en concreto nos cuenta cómo nació el instrumento vasco llamado Txalaparta, una especie de xilofonillo de madera que se golpea para conseguir un ruido así como de bosque lleno de niebla (al menos es lo que me imagino cuando la oigo), que pretende imitar ese sonido machacón (¿Lo pillas? Machacón por las manzanas. Juas Juas) de las sidrerías Guipuzkuanas de la edad media y la era moderna. Por si te pica la curiosidad, la txalaparta suena así

Explicado ya como y porque surgen estas canciones, veamos varios ejemplos. La canción de trabajo no es específica de un país, cada uno tiene sus propios tipos.



Marchemos ahora a ese país de poca monta y una población sencillamente ridícula llamado Yankilandia. Aquí encontramos un gran puñado de canciones de trabajo. Comenzando por la costa este, remarquemos las Sea Shanties. Estas son unas canciones influidas por el folklore inglés e irlandés (¿tendrá algo que ver con el hecho de que fuesen en su día una colonia inglesa?) que los marineros cantaban mientras tiraban de pesadas cuerdas o remendaban velas durante la travesía, cuyo mayor influjo se dio en la primera mitad del siglo XIX con la pesca de ballenas. Y es que tirarse semanas en alta mar tirando de un cabo sin más entretenimiento que unos dados que tirar y tirar, podía ser de volverse loco (véase la Cabin Fever) y de tirarse, eso sí, por la borda. Por eso, para que la locura tardase un poco más en llegar, las Sea Shanties se hicieron rápidamente populares en incluso los capitanes animaban a los contramaestres (esos mandamases que Hollywood pone como tipos de mala baba) a cantar las estrofas cambiantes, siendo interrumpidas por una coletilla cantada por los demás marineros, para acabar en un estribillo. Esto las hacía cansinamente repetitivas. Pero cansinas cansinas, de poner la pelota como un cencerro. El contramaestre cantaba:
¡Santana luchó por su fama!
Y ellos respondían:
¡Lejos Santana!
El contramaestre volvía con:
¡Y Santana se hizo un nombre!
Y los marineros:
¡Todo en las llanuras de Méjico!
Y luego venía el estribillo:
Méjico, Méjico
Lejos Santana
Méjico es un sitio que conozco
Todas las llanuras de Méjico
Se seguía así con una frase del contramaestre, un ¡Lejos Santana! otra frase y otro ¡Todo las llanuras de Méjico! y otra vez el estribillo. La podéis oír pinchando aquin

Así, esta canción, llamada Santy Anno (pedazo de deformación de Santana, presidente mejicano) fue una de las más populares entre los balleneros de la zona costa este, (ciudades como Nantucket estaban repletas de ellos) que viajaban en rápidos barcos llamados Clippers, que conseguían hacerle sombra al motor de vapor, principalmente por lo penoso del motor en aquella época. Para marcar el ritmo de trabajo, entre Méjico y Méjico aprovechaban los marineros para tirar de las cuerdas.



Una de las Sea Shanties que más me gusta (he de admitirlo, el ritmo machacón de estas tonadillas marineras me encanta) es una llamada “A´Roving”, de herencia casi directa inglesa, que figura en el Rapto de Lucrecia de Shapeskeare (1608). Dice así:

In Amsterdam there lived a maid,
Mark well what I do say,
In Amsterdam there lived a maid
And she was mistress of her trade.

I'll go no more a roving with you fair maid
A-roving, a-roving
Since roving's been my rue-I-ay
I'll go no more a-roving with you fair maid.


Y aqui para oirla



Dejamos ahora los ritmos marineros de concertina y grog (dos analogías al mundo marinero que todo buen friki de la historia naval se conoce) y nos vamos al corazón de los estados juntitos. Allí, en las plantacioncillas de algodón, propiedad de un simpático terrateniente de látigo largo y mano rácana con la ración de gachas que dar a sus esclavos, encontramos otra clase de canción de trabajo, a mano de los esclavos negros.





Estos, que provenían de un país cuya música se te pega al alma (COÑO, que los negros de estados unidos vinieron de áfrica, no es que hayan salido de un árbol), cantaban para mitigar el dolor de los latigazos del amo blanco, que los hacía currar hasta la muerte. Podemos diferenciar dos tipos de Work Song en el ámbito de la esclavitud negra. El primero, es el que más suena, el que luego Woopy Goldberg acuchilló con saña en Sister Act, llamado Gospel. Ya sabéis, eso que cantan ahora en las iglesias negras, con trajes así como moraditos y amarillos. Pues un primitivo góspel es lo que cantaban mientras hacían las faenas de la hacienda. Con ello, criticaban su situación, lloraban por su tierra perdida, o intentaban sencillamente no pensar mientras recogían el algodón. De este tipo de música, procede el jazz, punto de partida común de toda la música contemporánea actual. Y es que estas canciones se hicieron tan populares que primero los amos blancos imitaban a los negros y su afición por cantar con los llamados Minstrels, hombres con la cara pintada de negro que mezclaban las operetas inglesas con la música de los esclavos, motivo por el cual, ahora se considera un acto racista pintarse la cara (por eso si vas a Estados Unidos en navidades, no intentes celebrar la cabalgata de reyes vestido de Baltasar o te llevaras una buena manta de hostias). Pero fueron los propios negros del Mississippi los que juntando estas canciones de trabajo con las marchas militares francesas tradicionales crearon el jazz. Y una buena prueba de ello son las tantas canciones que músicos como Amstrong rescataron de esa tradición oral para darles su toque.
Estas Work Song se hicieron tan populares que se han incluido nuevas en varias películas y musicales sobre la época, como la clásica “Old Man River”, que hasta sale en los Simpsons cantada por el doctor Hibert. Su letra dice algo así:

Ol' man river,
Dat ol' man river
He mus'know sumpin'
But don't say nuthin',
He jes'keeps rollin'
He keeps on rollin' along.


Canción aqui

Hay que entender que es un inglés de “cazurros”, es decir, que se escribe como escribo yo tó pa darle más gracia
Por lo general, como en las Sea Shanties, un cantante cantaba mientras el resto hacían los coros. A veces se acompañaban con un tambor, que acabó siendo prohibido para que no se comunicasen entre ellos (no olvidemos que la Capoeria, ese baile también machacón de origen Brasileño, surgió a manos de los esclavos portugueses como manera de entrenarse en el arte de dar mamporros camuflado como baile tradicional)


El otro tipo de canción de trabajo negra se llama grito de campo. Consiste en una serie de berridos cada cual mas exagerado que cantaban los esclavos encadenados encargados de picar piedra como castigo (mas adelante escarmiento común para navajeros y tipos de la misma calaña, pero blancos también, como signo de que su guerra civil sirvió para algo). Estas canciones basaban su ritmo en el golpeteo de los martillos contra la piedra. La estampa de los presos encadenados picando es bastante típica de Yankilandia. Y bueno, si quieres saber porque se llaman gritos de campo, solo escucha este ejemplo, en el cual, parece que el cantante se ha dado con el martillo en un dedo.
De estos gritos de campo, o Chaing Gangs songs, nació también otro tipo de canciones, cantadas por los trabajadores del ferrocarril, como la clásica I have been working on the railroad (la adaptación española patatera es la esa cancioncilla de: Trabajando con los rieles…)



Dejando ya de lado los estados podridos, nos vamos a ese país tan grandecito y nevado llamado Rusia.
Aquí hago una parada para hablaros sobre una canción de trabajo muy muy celebre que seguramente hayáis oído en películas sobre la URRS. Se trata de la conocida Canción de los remeros del Volga (si titulo en ruso era Эй, ухнем! Pero como creo que no te dirá nada, casi que mejor la llamo por su nombre en español, que se lo puso Falla al traducirla)
Esta canción, de un corte más melancólico y tristón que las anteriores, era cantada por los llamados Burlaks. Y te preguntarás ¿Qué coño es un Burlak? Pues para que te hagas a la idea, el imperio ruso era tan avanzado, que sus barcos avanzaban rio arriba en contra de corrientes y a través de cenagales gracias a una pila. Si, si, a una pila de hombres que con él esfuerzo de sus chepas, tiraban de los inútiles veleros que se quedaban estancados cuando el rio bajaba con un poco de fuerza. Cacho trabajo ¿Eh? No es de extrañar que esta práctica haya desaparecido con el tiempo y sobre todo con la llegada del motor y de los derechos humanos… Estos remolcadores, como ya he dicho, llamados Burlaks, que fueron comunes entre el siglo XVI y el XIX, tiraban de los barcos en una pesada tarea que realizaban campesinos de manera ocasional o regularmente de primavera a otoño (intenta tu arrastrar un barco por un rio congelado a veinte grados bajo cero que tiene el invierno ruso). El jefe de un grupo de Burlaks se llamaba Vodoliv, su subordinado era el Dyadya y el de este el Shishka, y ya debajo, el resto de tiradores llamados Kosny. Toda esta jerarquía parece que es la leche, pero al final, todos tiraban y todos se jodían le chepa igual, así que poca diferencia había entre Vodolivs Kosnys y demás pringis. Un símbolo típico de estos trabajadores era un sombrero con una cuchara atravesada (así se aseguraban supongo, que nadie se la mangaba).
Los Burlaks desaparecieron a mediados del siglo XIX, pasando de 600.000 a 150.000, para poco a poco ser sustituidos por máquinas, que cobraban menos (solo el carbón que necesitasen) y no se quejaban.
Ya extintos cual dodo, los Burlaks pasaron a ser héroes nacionales. Ala, ahora que ya no se puede hacer nada para mejor su calidad de vida, ahora los idolatramos. Y fue esta idolatría la que llevó a la creación de una canción, posiblemente inspirada en sus cantos de trabajo. El estribillo de la tonadilla, de tono penoso y patético, dice algo así:

Ey, ukhnem!
Ey, ukhnem!
Yeshcho razik, yeshcho da raz!
Ey, ukhnem!
Ey, ukhnem!
Yeshcho razik, yeshcho da raz!

Entre Ey, ukhem! Se iban dando pasos para tirar del velero, al igual que con la Sea Shanties americanas.



Esta canción de trabajo fue motivo de inspiración para este cuadro del pintor real-socialista (OJO, que no nacionalsocialista) Ilya Repin, que utilizó Burlaks reales como modelos. La canción fue muy apreciada en la URRS por eso de hablar del trabajo a destajo, solo que en vez de ser explotados por el zar, eran explotados por el pueblo ruso, nombre artístico del amigo Stalin. Ha sido interpretada a lo largo de los años por múltiples coros y solistas, como Paul Robeson, un cantante de las work songs negras y devoto socialista, activista negro estadounidense que grabó la única versión del himno de la URRS en inglés después de la victoria aliada (cuando rusos y americanos, con las manos llenas de sangre alemana, se abrazaron sobre los restos de Berlin). Su versión clicando en aquí.

Volvamos ahora a España, a casita que llueve. Ya habíamos hablado sobre las txalapartadas de las sidrerías Vascas. No obstante, España está repletita de canciones de trabajo cada una más dispar que la anterior. Siguiendo la idea de la base rítmica que proporcionaba el propio currelo, encontramos una de mis favoritas y la que puedes practicar en casa sin necesidad de un barco del que tirar o estar picando piedra. Se llama ritmo de panaderas, que nace en las zonas rurales de Castilla. Acompañaba trabajos relacionados con la fabricación del pan, sobre todo, la cansina tarea de amasar a base de leches. Estos golpes, como ya había explicado con la sidra, fueron utilizados como base de algunas canciones populares. Vemos aquí un ejemplo.

Si quereís aprender e inventaros vuestras propias letras, el ritmo, según Wikipedia, se hace así:

-Golpe con mano extendida en la mesa
-Puño sobre esa mano
-Vuelta y vuelta de la mano que extendimos al principio
-Puño sobre la mano al igual que en el paso 2
-Puño sobre la mesa
-Palmada
y vuelta a empezar



Otro tipo, basada en el ritmillo de los cascabeles de los arados, son las canciones de arado (originales en la letra, pero no en el nombre del estilo).


Como vemos, todos los países del mundo (más o menos) tienen sus canciones de trabajo. Hoy debemos a todas ellas los diferentes estilos musicales que tenemos, ya que si solo se hubiese inspirado en la música clásica, cantaríamos en latín canciones de varias horas o que sencillamente no tendrían letra. Pero, como vemos, los impulsos del ser humano por la música repetitiva y sencilla, pueden con los grandes compositores.

En fin, y esto es todo amigos. Pedazo artículo que he parido cual embarazo de trillizos. Desde luego, a partir de ahora, cuando vea a los enanitos de blancanieves, me los voy a imaginar como a los remeros del volga, cantando para mitigar el dolor de currar como mulos y encima, ser bajitos