Siguiendo con este descanso veraniego del “De pe a pa”, hoy hablo de una temática que los veranos reexplotan cada año. Me refiero a la temática pirata. Siempre de es de agradecer ver chiringuitos por la tele en la que el barman lleva un parche o donde ondea un Rolly Roger, que es la famosa banderita pirata de la calavera y los huesos, la cual, al igual que la Union Jack británica, es una de las muchas banderas con nombre propio. De esta además se han hecho muchas versiones (como si de una canción de los Beatles se tratase), algunas simples, sustituyendo las tibias por espadas o mas complicadas, como la de Edward Teach, o Barbanegra para los amigos, en la cual un diablo arponea un corazón.
Ya me veis, empezando ya a divagar antes siquiera de acabar la introducción.
En fin, este artículo va de piratas, así que saca el grog de la bodega, enséñale al loro a decir alguna grosería y ponte el tricornio que vamos a hablar de la piratería caribeña desde un punto histórico.
Ante todo ¿Es acertado llamar a todos los que llevan un pañuelo, un loro y una pata de palo, pirata?
Bueno, en realidad si fueses un marinero y vieses tu barco abordado por un ejercito de tullidos barbudos y borrachos, bien podrías cagarla diciendo “¡Nos atacan los piratas!”, ya que había mas de un tipo de ladrón de barcos en el mar caribe de entre los siglos XVI y XVIII (paraíso dorado de la piratería).
Esos asaltantes bien podrían ser piratas, eso si, siempre y cuando, fueran los marineros de un barco independiente de cualquier estado y cometieran sus pillajes en aguas de dominio internacional (vamos, allá donde los guardacostas no llegan por vagancia). Si ese fuese el caso, te estaría atacando un pirata. Pero, si por el contrario, te estuviera atacando un barco cuyo capitán fuese pulcramente vestido y llevase una banderita en su mástil (que no fuera la Rolly Roger, OBVIAMENTE), deberías gritar “¡Nos atacan los corsarios!”. Estos son esos tipejos tan majos que los monarcas europeos los dejaban pulular por el mar caribe atacando los barcos de sus enemigos. Es como si a tu vecino, el cual pone muy alta la música a las doce de la noche, le envías un mono borracho con una navaja: ¡Mas le vale andarse con cuidado! A parte de la putada que le podía suponer a los reyes perder sus buques, al gobernante que había mandado a los corsarios le correspondía un porcentaje de lo incautado, que normalmente solían ser mercancías (no creo que consideraran bien incautado un barco, ya que sino habría que sacar las reglas y entregar a la tripulación tal parte del casco y medio timón).
Estos hombres que con todas las de la ley, organizaban matanzas, conseguían la legalidad con una cosita llamada patente de corso (la cual la debió de inventar algún habitante de Córcega), de ahí el corsario.
Para que veamos las diferencias entre un pirata y un corsario, tomemos un ejemplo de corsario y comparémoslo con la tradicional imagen del pirata. Un corsario notable fue Francis Drake, o mejor dicho SIR Francis Drake, ya que, tras trabajar al mando de su graciosa majestad de Inglaterra, se le otorgó el título de sir. A diferencia del piojoso borracho en ron que nos estaremos imaginando, si vemos el retrato de abajo, veremos, para empezar, que muy piojoso no podría ser si le pintaban retratos y para seguir, que vestía incluso mejor que el mismísimo Colón o Magallanes. Todo un hombre de fortuna ganada a pulso, o mejor dicho, a punta de pistola. Bueno, no todo lo que hacía ilegal, también vendí esclavos (legal si, en el siglo XVI) o la venta de especies o demás productos que los colonos del caribe agradecían. Si es que es un santo el hombre: Ayuda a su país y salva a los pobres negritos de perecer a manos de su propia tribu (excusa que utilizaba para meter en la bodega a un gran número de incautos).
En realidad, la historia ha hecho difícil encontrar piratas como tal, ya que todos en un momento u otro vivieron bajo la protección de un país u otro (barbanegra llegó a comer con el gobernador, el cual encontró muy poco propio que le mirase el escote a todas las mujeres de la mesa). En realidad hubo muchos ladrones marinos que operaban en solitario, siendo piratas como tal, pero, lógicamente, han vivido a la sombra de los que se vieron protegidos por una potencia europea. Como dice la frase: “La historia la escriben los vencedores”. Por eso son mas famosos los nombres de aquellos corsarios que colaboraron a tomar ciudades y a hundir barcos enemigos durante guerras y demás piques entre países. ¡Si Francis Drake tiene hasta una estatua!
Volviendo ahora a catalogación de maleantes marinos, si viendo las perspectivas tan negativas que brindaba el mar, te declinabas por vivir en una tranquila colonia caribeña (eso si, si te librabas de currar en las plantaciones de algodón), podías darte con un canto en los dientes al encontrarte con los amigables Filibusteros. Al igual que con los Pokemon, había piratas de tierra y de agua. Bueno, en teoría todos iban en barco, pero algunos se limitaban a rodar las costas de diversas islas para, de vez en cuando, atacar alguna que otra población. Por eso a los piratas de pesca de bajura, por así decirlo, se les consideraba Filibusteros, los cuales tenían a su vez diversos campamentos, como ela famosa ciudad de la Isla de La Tortuga.
Pero si entre todos los Filibusteros te encontrases con un grupo variopinto de franceses y españoles que oliesen a carne ahumada es porque tu ciudad se estaba viendo invadida por Bucaneros. Pero, a diferencia de lo que se cree, los bucaneros no eran malas personas. Como dice la canción: “Era malo por que el mundo lo hizo así, porque nadie lo ha tratado con amor…”. Los bucaneros, en su origen, no eran más que una tranquila banda de colonos franceses y demás Garibaldis, criadores de ganado que siendo grandes emprendedores, se instalaron en la parte despoblada de la Hispaniola, donde ahumaban la carne conseguida (o bucanear) y luego la vendían a los barcos que pasaban por ahí. El problema fue cuando los Españoles invadieron los territorios bucaneros, por lo cual, tras sufrir además severas restricciones y perder toda posibilidad de hacerse con mas vacas, Joe el brasas y el resto de sus amigos ahumadores metieron dos mudas en la mochila y se trasladaron a la isla de Tortuga, a vivir con los alegres Filibusteros. Allí convivieron con su singular estilo de vida sin normas (al contrario que los Filibusteros, los cuales tenían un curioso sistema de conducta), hasta que finalmente dejaron el negocio de la carne y se colgaron el loro al hombro para asaltar ciudades como si de otros ladrones de mar se tratasen.
Como vemos, en alta mar te podías encontrar con todo tipo de simpáticos ladrones con las mas diversas maneras y nombres, eso si, todos igual de joputas.
Donde se les encontraba
Aclaremos otro punto. Como hemos visto, estos perros sarnosos tenían bases en tierra donde repostar, beber y gastarse la paga y el botín en algún burdel, como la Isla de la Tortuga. Eso de Tortuga, la base más famosa de los piratas… PERDÓN, Filibusteros y bucaneros (que con tanto nombre es normal hacerse la picha un lío y acabar por meter a todos en la misma saca). Volviendo a lo de antes, eso de Tortuga está muy bien. Todos los que hayamos visto una de piratas podemos saber dos o tres tonterías de la isla, pero lo que muchos no saben es que lejos de ser una ciudad de mala muerte, como nos hacen creer las películas de Disney, se trataba más bien de una ciudad con mucha preparación y principios comunistas…
La dichosa isla se localiza xactamente al noroeste de Haiti. Descubierta por el amiguete Colón, fue nombrada así a raíz de la forma de una de sus montañas. La isla en sí, es un buen punto estratégico. Difícil de asediar y fácil de defender, llena de playas inaccesibles, es todo un bastión. Como ya he dicho, los Filibusteros y más tarde los Bucaneros, atosigados por los aguafiestas de los españoles, buscaron refugio en la isla, donde descubrieron su cómoda defensa. Lo que en un principio fue un campamento de mala muerte pronto se proclamó base internacional de piratas, gobernada por la rimbombante Cofradía de los hermanos de la costa, una especie de atisbo comunista ya por el siglo XVII, formada por los Filibusteros y Bucaneros que allí se habían asentado.
Intentado eliminar todo atisbo de odio, crearon una serie de leyes, que mira tu por donde, no se molestaron en escribir en ningún lado. Si hubieran aprendido algo de las Glosas Silenses… O quizás es que Marx destruyera estos documentos al descubrir irritado que ya se le habían adelantado. En cualquier caso, La Cofradía tenía normas tan curiosas como: No odiar a nadie por su nacionalidad o religión (¡Que fácil es decir y que difícil cumplir!), no permitirse la propiedad privada (Y no por socialismos ni leches, sino mas bien por ahorrarse problemas con los ocupas y demás líos), restringirse el paso a mujeres blancas libes (para evitar disputas, aunque se permitiesen mujeres negras para evitar motines por no haber mojado en varios meses…) y sobre todo eso, lo mas cojonudo, es que sobre todo eso imperaba una regla muy curiosa que decía: “No hay obligaciones ni castigos”. ¡Venga, la primera norma es que no hay normas, di que si! Además, solidarios con los hombres tullidos, esos perros salvajes con patas de palo, ojos a la virulé y garfios en vez de manos para descorchar muy bien el vino, se otorgaba una serie de ayudas económicas en función del miembro perdido. Yo me lo imagino como un mercado de valores: “¡Que bajan los ojos, van a subir los garfios!”.
A esta alegre ciudad de concertinas y borracheras de ron a las dos del mediodía, pronto empezaron a sumarse hombres deseosos de fortuna que ansiaban ganar pasta y rápido por medio de vías no legales (se podían equiparar a los concursantes de Gran hermano de hoy en día). Poco a poco la islita se fue llenando de libertinos y demás anárquicos.
Sin embargo, muchas potencias europeas, intentando ganarse el favor de los filibusteros, intentaron hacerse con el control de la isla, como Francia y España, las cuales se dieron de tortas por a ver quien se quedaba con la panda de borrachos para enviarlos con una navaja a atacar al vecino. Principalmente Francia tuvo el control de la isla, enriqueciendo a sus gobernadores, los cuales eran más corruptos que Camps, recibiendo un porcentaje de lo que llegaba a la isla.
Pero es esto de los paraísos piratas alguna novedad. ¡Ni mucho menos! Las hay a porrillo, desde Libertalia, en Madagascar, hasta la tardía Joló en Asia.
Podemos ya apreciar que Hollywood ha hecho mucho daño a la historia y entre los afectados, se encuentra la historia de los simpáticos piratas (con lo majos que eran…).
Pero ya para acabar con este artículo, que se alargado mas de lo que pensaba (Si es que me pongo a escuchar el “Drunken Sailor” y no hay quien me pare desvariando sobre los piratas), haré una breve lista de errores populares a la hora de hablar de piratas:
-Los piratas no solían utilizar barcos de gran tamaño, al contrario de lo que se cree. Lo más común era que prefirieran barcos rápidos y manejables, desechando por lo tanto los buques de guerra y ahora veremos porque. Les interesaba más tener una huída fácil y suficiente espacio en la bodega para lo que robaban. Además, si atacaban cerca de la costa, preferían atraer a los grandes acorzados de la armada hacia las simpáticas rocas, las cuales esquivaban con mucha facilidad. Sin embargo, un barco del tamaño de un avión, como es de entender, no puede virar con mucha facilidad. Es como si un camión cisterna intentase perseguir a un mini en las calles de una ciudad: La hostia está asegurada. Una vez los imbéciles militares se hubieran cargado el casco contra un peñasco, los del mini se lanzaban al ataque aprovechando el caos. Una vez hubieran pasado por machete a la tripulación y se hubieran llevado lo que quisieran, dejaban al agua hacer su trabajo y ver como los cojo-barcos se hundían como el Titanic.
-Los piratas no eran grandes pistoleros. Como por aquel entonces, la recarga era muy incómoda, solo solían disparar una vez y el resto del tiempo usar la culata como cachiporra, la cual pesaba lo suyo.
-El mito del tesoro enterrado era apenas cierto. Se conocen muy pocos casos en lo que esto haya ocurrido, principalmente porque los piratas no solían robar oro ni joyas, sino mas bien mercancías como el tabaco, las especias o demás artículos exóticos. El que si que lo enterró fue el Capitán Kidd, el cual lo escondió para no ser juzgado por ello, ya que había roto sus patentes de corso al atacar un barco inglés. Al ser encontrado su oro, se le juzgo y colgó.
En fin, creo que con este macro-artículo os dejo bien surtidos estos días de verano. Ahora sois un poco más listos y así, la próxima vez que veáis Piratas del Caribe, os podéis tirar la peli haciendo comentarios, lo cual os dará un toque mas pirata, porque seguro que al amigo al que le hayas dado la brasa te pondrá un ojo morado y te obligará a usar parche una semana.
¡Buen verano malandriles!
Ya me veis, empezando ya a divagar antes siquiera de acabar la introducción.
En fin, este artículo va de piratas, así que saca el grog de la bodega, enséñale al loro a decir alguna grosería y ponte el tricornio que vamos a hablar de la piratería caribeña desde un punto histórico.
Ante todo ¿Es acertado llamar a todos los que llevan un pañuelo, un loro y una pata de palo, pirata?
Bueno, en realidad si fueses un marinero y vieses tu barco abordado por un ejercito de tullidos barbudos y borrachos, bien podrías cagarla diciendo “¡Nos atacan los piratas!”, ya que había mas de un tipo de ladrón de barcos en el mar caribe de entre los siglos XVI y XVIII (paraíso dorado de la piratería).
Esos asaltantes bien podrían ser piratas, eso si, siempre y cuando, fueran los marineros de un barco independiente de cualquier estado y cometieran sus pillajes en aguas de dominio internacional (vamos, allá donde los guardacostas no llegan por vagancia). Si ese fuese el caso, te estaría atacando un pirata. Pero, si por el contrario, te estuviera atacando un barco cuyo capitán fuese pulcramente vestido y llevase una banderita en su mástil (que no fuera la Rolly Roger, OBVIAMENTE), deberías gritar “¡Nos atacan los corsarios!”. Estos son esos tipejos tan majos que los monarcas europeos los dejaban pulular por el mar caribe atacando los barcos de sus enemigos. Es como si a tu vecino, el cual pone muy alta la música a las doce de la noche, le envías un mono borracho con una navaja: ¡Mas le vale andarse con cuidado! A parte de la putada que le podía suponer a los reyes perder sus buques, al gobernante que había mandado a los corsarios le correspondía un porcentaje de lo incautado, que normalmente solían ser mercancías (no creo que consideraran bien incautado un barco, ya que sino habría que sacar las reglas y entregar a la tripulación tal parte del casco y medio timón).
Estos hombres que con todas las de la ley, organizaban matanzas, conseguían la legalidad con una cosita llamada patente de corso (la cual la debió de inventar algún habitante de Córcega), de ahí el corsario.
Para que veamos las diferencias entre un pirata y un corsario, tomemos un ejemplo de corsario y comparémoslo con la tradicional imagen del pirata. Un corsario notable fue Francis Drake, o mejor dicho SIR Francis Drake, ya que, tras trabajar al mando de su graciosa majestad de Inglaterra, se le otorgó el título de sir. A diferencia del piojoso borracho en ron que nos estaremos imaginando, si vemos el retrato de abajo, veremos, para empezar, que muy piojoso no podría ser si le pintaban retratos y para seguir, que vestía incluso mejor que el mismísimo Colón o Magallanes. Todo un hombre de fortuna ganada a pulso, o mejor dicho, a punta de pistola. Bueno, no todo lo que hacía ilegal, también vendí esclavos (legal si, en el siglo XVI) o la venta de especies o demás productos que los colonos del caribe agradecían. Si es que es un santo el hombre: Ayuda a su país y salva a los pobres negritos de perecer a manos de su propia tribu (excusa que utilizaba para meter en la bodega a un gran número de incautos).
En realidad, la historia ha hecho difícil encontrar piratas como tal, ya que todos en un momento u otro vivieron bajo la protección de un país u otro (barbanegra llegó a comer con el gobernador, el cual encontró muy poco propio que le mirase el escote a todas las mujeres de la mesa). En realidad hubo muchos ladrones marinos que operaban en solitario, siendo piratas como tal, pero, lógicamente, han vivido a la sombra de los que se vieron protegidos por una potencia europea. Como dice la frase: “La historia la escriben los vencedores”. Por eso son mas famosos los nombres de aquellos corsarios que colaboraron a tomar ciudades y a hundir barcos enemigos durante guerras y demás piques entre países. ¡Si Francis Drake tiene hasta una estatua!
Volviendo ahora a catalogación de maleantes marinos, si viendo las perspectivas tan negativas que brindaba el mar, te declinabas por vivir en una tranquila colonia caribeña (eso si, si te librabas de currar en las plantaciones de algodón), podías darte con un canto en los dientes al encontrarte con los amigables Filibusteros. Al igual que con los Pokemon, había piratas de tierra y de agua. Bueno, en teoría todos iban en barco, pero algunos se limitaban a rodar las costas de diversas islas para, de vez en cuando, atacar alguna que otra población. Por eso a los piratas de pesca de bajura, por así decirlo, se les consideraba Filibusteros, los cuales tenían a su vez diversos campamentos, como ela famosa ciudad de la Isla de La Tortuga.
Pero si entre todos los Filibusteros te encontrases con un grupo variopinto de franceses y españoles que oliesen a carne ahumada es porque tu ciudad se estaba viendo invadida por Bucaneros. Pero, a diferencia de lo que se cree, los bucaneros no eran malas personas. Como dice la canción: “Era malo por que el mundo lo hizo así, porque nadie lo ha tratado con amor…”. Los bucaneros, en su origen, no eran más que una tranquila banda de colonos franceses y demás Garibaldis, criadores de ganado que siendo grandes emprendedores, se instalaron en la parte despoblada de la Hispaniola, donde ahumaban la carne conseguida (o bucanear) y luego la vendían a los barcos que pasaban por ahí. El problema fue cuando los Españoles invadieron los territorios bucaneros, por lo cual, tras sufrir además severas restricciones y perder toda posibilidad de hacerse con mas vacas, Joe el brasas y el resto de sus amigos ahumadores metieron dos mudas en la mochila y se trasladaron a la isla de Tortuga, a vivir con los alegres Filibusteros. Allí convivieron con su singular estilo de vida sin normas (al contrario que los Filibusteros, los cuales tenían un curioso sistema de conducta), hasta que finalmente dejaron el negocio de la carne y se colgaron el loro al hombro para asaltar ciudades como si de otros ladrones de mar se tratasen.
Como vemos, en alta mar te podías encontrar con todo tipo de simpáticos ladrones con las mas diversas maneras y nombres, eso si, todos igual de joputas.
Donde se les encontraba
Aclaremos otro punto. Como hemos visto, estos perros sarnosos tenían bases en tierra donde repostar, beber y gastarse la paga y el botín en algún burdel, como la Isla de la Tortuga. Eso de Tortuga, la base más famosa de los piratas… PERDÓN, Filibusteros y bucaneros (que con tanto nombre es normal hacerse la picha un lío y acabar por meter a todos en la misma saca). Volviendo a lo de antes, eso de Tortuga está muy bien. Todos los que hayamos visto una de piratas podemos saber dos o tres tonterías de la isla, pero lo que muchos no saben es que lejos de ser una ciudad de mala muerte, como nos hacen creer las películas de Disney, se trataba más bien de una ciudad con mucha preparación y principios comunistas…
La dichosa isla se localiza xactamente al noroeste de Haiti. Descubierta por el amiguete Colón, fue nombrada así a raíz de la forma de una de sus montañas. La isla en sí, es un buen punto estratégico. Difícil de asediar y fácil de defender, llena de playas inaccesibles, es todo un bastión. Como ya he dicho, los Filibusteros y más tarde los Bucaneros, atosigados por los aguafiestas de los españoles, buscaron refugio en la isla, donde descubrieron su cómoda defensa. Lo que en un principio fue un campamento de mala muerte pronto se proclamó base internacional de piratas, gobernada por la rimbombante Cofradía de los hermanos de la costa, una especie de atisbo comunista ya por el siglo XVII, formada por los Filibusteros y Bucaneros que allí se habían asentado.
Intentado eliminar todo atisbo de odio, crearon una serie de leyes, que mira tu por donde, no se molestaron en escribir en ningún lado. Si hubieran aprendido algo de las Glosas Silenses… O quizás es que Marx destruyera estos documentos al descubrir irritado que ya se le habían adelantado. En cualquier caso, La Cofradía tenía normas tan curiosas como: No odiar a nadie por su nacionalidad o religión (¡Que fácil es decir y que difícil cumplir!), no permitirse la propiedad privada (Y no por socialismos ni leches, sino mas bien por ahorrarse problemas con los ocupas y demás líos), restringirse el paso a mujeres blancas libes (para evitar disputas, aunque se permitiesen mujeres negras para evitar motines por no haber mojado en varios meses…) y sobre todo eso, lo mas cojonudo, es que sobre todo eso imperaba una regla muy curiosa que decía: “No hay obligaciones ni castigos”. ¡Venga, la primera norma es que no hay normas, di que si! Además, solidarios con los hombres tullidos, esos perros salvajes con patas de palo, ojos a la virulé y garfios en vez de manos para descorchar muy bien el vino, se otorgaba una serie de ayudas económicas en función del miembro perdido. Yo me lo imagino como un mercado de valores: “¡Que bajan los ojos, van a subir los garfios!”.
A esta alegre ciudad de concertinas y borracheras de ron a las dos del mediodía, pronto empezaron a sumarse hombres deseosos de fortuna que ansiaban ganar pasta y rápido por medio de vías no legales (se podían equiparar a los concursantes de Gran hermano de hoy en día). Poco a poco la islita se fue llenando de libertinos y demás anárquicos.
Sin embargo, muchas potencias europeas, intentando ganarse el favor de los filibusteros, intentaron hacerse con el control de la isla, como Francia y España, las cuales se dieron de tortas por a ver quien se quedaba con la panda de borrachos para enviarlos con una navaja a atacar al vecino. Principalmente Francia tuvo el control de la isla, enriqueciendo a sus gobernadores, los cuales eran más corruptos que Camps, recibiendo un porcentaje de lo que llegaba a la isla.
Pero es esto de los paraísos piratas alguna novedad. ¡Ni mucho menos! Las hay a porrillo, desde Libertalia, en Madagascar, hasta la tardía Joló en Asia.
Podemos ya apreciar que Hollywood ha hecho mucho daño a la historia y entre los afectados, se encuentra la historia de los simpáticos piratas (con lo majos que eran…).
Pero ya para acabar con este artículo, que se alargado mas de lo que pensaba (Si es que me pongo a escuchar el “Drunken Sailor” y no hay quien me pare desvariando sobre los piratas), haré una breve lista de errores populares a la hora de hablar de piratas:
-Los piratas no solían utilizar barcos de gran tamaño, al contrario de lo que se cree. Lo más común era que prefirieran barcos rápidos y manejables, desechando por lo tanto los buques de guerra y ahora veremos porque. Les interesaba más tener una huída fácil y suficiente espacio en la bodega para lo que robaban. Además, si atacaban cerca de la costa, preferían atraer a los grandes acorzados de la armada hacia las simpáticas rocas, las cuales esquivaban con mucha facilidad. Sin embargo, un barco del tamaño de un avión, como es de entender, no puede virar con mucha facilidad. Es como si un camión cisterna intentase perseguir a un mini en las calles de una ciudad: La hostia está asegurada. Una vez los imbéciles militares se hubieran cargado el casco contra un peñasco, los del mini se lanzaban al ataque aprovechando el caos. Una vez hubieran pasado por machete a la tripulación y se hubieran llevado lo que quisieran, dejaban al agua hacer su trabajo y ver como los cojo-barcos se hundían como el Titanic.
-Los piratas no eran grandes pistoleros. Como por aquel entonces, la recarga era muy incómoda, solo solían disparar una vez y el resto del tiempo usar la culata como cachiporra, la cual pesaba lo suyo.
-El mito del tesoro enterrado era apenas cierto. Se conocen muy pocos casos en lo que esto haya ocurrido, principalmente porque los piratas no solían robar oro ni joyas, sino mas bien mercancías como el tabaco, las especias o demás artículos exóticos. El que si que lo enterró fue el Capitán Kidd, el cual lo escondió para no ser juzgado por ello, ya que había roto sus patentes de corso al atacar un barco inglés. Al ser encontrado su oro, se le juzgo y colgó.
En fin, creo que con este macro-artículo os dejo bien surtidos estos días de verano. Ahora sois un poco más listos y así, la próxima vez que veáis Piratas del Caribe, os podéis tirar la peli haciendo comentarios, lo cual os dará un toque mas pirata, porque seguro que al amigo al que le hayas dado la brasa te pondrá un ojo morado y te obligará a usar parche una semana.
¡Buen verano malandriles!